Por FELIZ VINICIO LORA
El
accidente cerebrovascular (ACV), derrame cerebral, trombosis, apoplejía,
infarto cerebral, ataque cerebral, en Estados Unidos le llaman stroke y en
Europa ictus, todo esos nombres para designar un mismo monstro.
El ACV no tiene discriminación. Le da al más
bonito, sea hombre o mujer, de raza negra como blanca, joven o viejo. Le da al
político como al funcionario, al patrón como al obrero, al profesor como al
estudiante, al empresario como al chiripero, al periodista como al locutor, al
deportista como al artista.
El último
que cayó víctima de un ACV fue merenguero Jerry Vargas, y al que le cae esa
plaga catastrófica y sobrevive, debe de darle gracias a Dios, pese a que
quiebra la familia más pudiente.
Hablé con
él y no le afectó el habla, pero la mayoría de los otros artistas quedan con
trastorno del lenguaje, parálisis
muscular, dificultad para recordar las letras de sus canciones o leer una
partitura, más los problemas emocionales y cognitivos.
Pues
ustedes pueden imagínense lo traumático
que resulta ser para un cantante
que su voz se vea afectada por un problema neurológico.
Hay varios
artistas que son sobrevivientes de ACV como son el cantantes Ney Nilo y
Fernando Casado, los merengueros Cheché Abreu, Sandy Reyes, Ravel, el pianista
Miguelito Leclerc entre otros
relacionados con el universo del arte y
el espectáculo.
El derrame
cerebral que sufrí entró a mi cuerpo como un huracán categoría 5 con fuerte
vientos y rayos, era como ciclón batatero, de esos que vienen chateando bajito.
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